Por Shawnell Parker
Un perrito y un gatito conversan. “Cuando yo crezca, quiero correr muy rápido con perros grandes y ladrar a todo volumen, en lugar de hacer ruiditos de perrito”. El gatito respondió: “¿Para qué correr rápido y ladrar ruidosamente? ¿Quién quiere escuchar eso? Yo solamente quiero saltar con gracia y ronronear”.
El perrito dijo: “Agacharme, levantarme, y dar vueltas en el suelo es muy lindo, y perseguir pelotas es un excelente ejercicio”. “Perseguir pelotas no tiene sentido, pero perseguir nada es mucho más misterioso, y estirarse es muy elegante, es como hacer yoga”, contestó el gato.
“Sí claro”, se burló el perro. “¿Y qué me dice de poder levantar mi pata y orinar cosas?”, agregó. El gato, sarcástico, le dice que por supuesto hacer eso es muy digno, pero agrega: “¿Y por qué usted no cubre lo que deja en el suelo cuando hace popó?”
“Protejo a mi gente y mi casa; un gato no hace eso”, fue su respuesta. El gatito lo acepta, y afirma: “Nadie va a creer en un letrero que diga ‘Protegido por un gato guardián’”. El perro continúa: “Doy besos jugosos y traigo cosas a la gente, y en su regazo me acarician; los hace sentir muy bien”. Aseguró que a la gente le encanta alardear con lo lindos, inteligentes, y entretenidos que somos.
“Se sienten orgullosos de nosotros dos cuando nos llevamos bien, en especial cuando nos dormimos juntitos, ¿verdad?”. El gato estuvo de acuerdo, y dijo: “Y nos caemos muy bien”. “Claro que sí”, aseguró el perro y explicó: “A pesar de que somos diferentes, pero en especial por esa razón nos llevamos tan bien”. El gatito dijo que ellos tenían una relación como la de ying y yang.
El perrito le preguntó: “¿Y quiénes son esos?” “¡No sea tan…perrito!”, le contestó el gato.
“Mejor sigamos enfocados en tratar de que nos adopten; tal vez podamos crecer juntos en la misma familia”.