Por Perry Gladstone
Deslizándome sobre hermosos paisajes, rozando las copas de los árboles. Cuando yo era joven, me conectaba con la fuerza de gravedad y me deleitaba con la libertad que estas vistas me regalaban. Recientemente aprendí a volar de nuevo, pero esta vez yo estaba despierto. Los muros que dividían el sueño de la realidad ya no eran borrosos; es más, ya ni existían.
Volar en parapente ha abierto un nuevo mundo de emociones para mí.
Ahora experimento el placer de volar, “surfear” con el viento, tener el control del terreno, aparte de disfrutar las hermosas vistas que sólo se comparan con el sentimiento de libertad que trae el dejar esta existencia terrenal… aunque sea por un corto tiempo.
Volar así es recordar que podemos jugar, interactuar, y ser parte de los elementos. Así puedo subir y bajar con el viento, ir y venir en sus corrientes de aire, admirar los árboles desde las alturas y el extenso paisaje a lo largo y ancho.
También me encantar observar las olas del mar formándose y desapareciendo, y al final, ver los techos brillando por el sol como piedras en un río. La emoción. La aventura. El regocijo. Mis temores son sustituidos por asombro, fascinación, y una inmersión total. Ser parte de esto aquí en este paraíso lo amerita.
El primer vuelo es sorprendentemente fácil. Unido con un arnés al piloto, el nuevo viajero volará sobre la bellísima Costa Ballena y aterrizará en la arena suave de Dominicalito. Hágalo una vez y le aseguro que querrá hacerlo de nuevo.
Todavía sueño con volar. Cuando conduzco a lo largo de la ruta costera del Pacífico, me imagino en lo más alto, con kilómetros de visibilidad, subiendo libremente.
- Perry Gladstone es un consejero profesional, guía, y estudiante del Instructor Certificado de Parapente Alex Badilla y de Parapentes Biplaza de Costa Rica.