Reserva Marina “Alvaro Ugalde Víquez”
~ por John Tresemer
La conservación de los parques nacionales
“SOS ... SOS ... SOS ...: Una súplica al Gobierno de Costa Rica y a todos los amantes del oceano: delfines, ballenas, tortugas, tiburones y toda la vida extraordinaria en el mar de la Península de Osa de Costa Rica están en peligro!” Este fue el mensaje de alarma de don Alvaro en el año 2015 antes de morir. Decía que los atuneros y otras actividades pesqueras comerciales los están matando, tenemos que hacer algo para salvar estos verdaderos milagros de la Creación de la extinción, Mañana será demasiado tarde! Ha llegado el momento de actuar para salvar este extraordinario tesoro. Y debemos actuar ahora!”
En la actualidad, estos tesoros vivos del Pacifico Sur de Costa Rica continúan siendo extinguidos indiscriminadamente por atuneros cerqueros, arrastreros camaroneros, palangreros y redes de agalla, y de paso amenazados por el creciente presencia de agroquímicos en el mar.
La idea de don Alvaro era protegerlo todo mediante el establecimiento de un área marina protegida. La zona protegida propuesta, elegida por biólogos marinos nacionales e internacionales por su riqueza biológica única, y como lo confirmaron docenas de estudios científicos de primera categoría de muchas organizaciones independientes como el Centro de Ciencias Tropicales, Mar Viva, Keto, Pretoma, el Centro de Investigación Cascadia, incluye un área desde Punta Uvita a unas treinta millas hacia el oeste mar afuera y hacia el sur frente a la costa de Isla de Caño, así como toda la costa de Corcovado, a lo largo del sistema de manglares y estuarios de Terraba/Sierpe, el cual es el más grande en América Central con protección internacionalmente designada por RAMSAR y de la UNESCO.
Esta iniciativa fortalecería las antes mencionadas áreas protegidas, fomentaría el turismo, la pesca artesanal y deportiva. Prohibiría únicamente prácticas perjudiciales para la salud y la supervivencia de las poblaciones no sólo de especies carismáticas como delfines, ballenas y tortugas, así como otras ecológicamente y comercialmente valiosas que garantizarían la subsistencia de los pescadores artesanales y sus familias de manera sostenible a largo plazo.
Don Alvaro Ugalde era mi amigo y un personaje muy especial
Creo que nos conocimos a principios de los años ochenta en una pequeña oficina en algún lugar en una caja de hormigón típicamente urbana en San José, rodeada de enormes masas de seres humanos apresurados y de ruidosos vehículos echando humo, razones obvias para mí para evitar ir. Él y su amigo Mario Boza eran ambientalistas de vanguardia y el sueño de Alvaro, después de décadas de proteger sin descanso a las especies, los hábitats y ecosistemas, era seguir haciéndolo. Los conocí apretujados en sus reducidos cubículos pertenecientes al Ministerio de Agricultura y Ganadería, obsesionados con el establecimiento, la estructuración y la gestión de un Departamento de Parques Nacionales, haciendo volteretas para consolidar Corcovado, lo que incluyó expropiar tierra de campesinos.
Afortunadamente, la mayoría de estos pura vida costarricenses parecían comprender el valor más alto de dejar la selva majestuosamente intacta con sus jaguars, peccaries, tapires, monos, cientos de especies de pájaros, de anfibios, de reptiles y de insectos, incluyendo muchas formas de vida endé- micas; en lugar de cortar y quemar para convertir la antigua selva en pasto.
Al principio don Alvaro y yo no nos entendimos muy bien, él me veía como un arrogante idealista hippie con poca paciencia por la manera costarricense de cómo se tenían que hacer las cosas, y yo lo veía como un burócrata académico con demasiado sesgo terrestre, con tendencia a los estudios científicos y no para el activismo. Después de unos años aprendimos a tolerarnos y a cooperar, finalmente nos hicimos buenos amigos. Recuerdo la ocasión que me senté frente a él y observaba su mirada seria, mientras trataba de obtener su apoyo para prohibir la desagradable pesca de delfines con arpón, para ser utilizados como cebo para tiburones. Actividad que presencié en varias oportunidades desde el mirador pacífico y a veces idílico de mi propiedad costera entre la Cola de la Ballena en Punta Uvita y Ballena al sur.
Buscaba ayuda también para proteger la Isla de Caño, de las excavadoras y motosierras enviadas por algún desconocido desarrollador internacional, que soñaba con su casino. Los árboles estaban siendo derribados, el tractor estaba listo para pisotear y raspar la meseta cubierta de bosque y de sitios arqueológicos precolombinos conteniendo exquisitas figuras de oro y jade. Los arrecifes circundantes y las cuevas submarinas y los pináculos eran prístinos y repletos de enormes rayas manta, tortugas carey, escuelas de barracudas, pargos rojos, tunas y varias especies de tiburones y delfines. Nada de esto estaba protegido.
Rápidamente me di cuenta de lo importante y valioso que era Álvaro y qué honor y privilegio era trabajar con él y Mario, tanto en comités gubernamentales como no gubernamentales que representaban los intereses compartidos de indivíduos y organizaciones. Tuve el placer de presenciar este dúo dinámico con valentía implacablemente abriendo camino a través de incomprensibles bosques nubosos burocráticos, estableciendo el Servicio de Parques Nacionales, incluyendo como áreas legalmente protegidas Corcovado, Isla del Caño, Isla de Coco, Parque Nacional Marino Ballena y Las Baulas.
El establecimiento de zonas de protección marina era muy importante en aquella época en la historia de la humanidad cuando la conservación marina todavía no era considerada tan importante o vital como la conservación terrestre, por casi todas las organizaciones ambientales como Nature Conservancy, Sierra Club, World Wildlife Fund y otros.
Don Alvaro y don Mario (a ninguno de los dos les gustaba llamarse «don» aunque las costumbres sociales costarricenses dictaban esta formalidad – que yo no sabía entonces); gracias al reconocimiento de su labor obtuvieron el muy respetado y apreciado título de “Padres de los Parques Nacionales de Costa Rica”. También don Mario sería internacionalmente honrado con el prestigioso Premio Getty para la Conservación.
Si le gustaría participar en esta importante iniciativa ambiental, el sueño de don Alvaro, que sería de gran beneficio de la humunidad, la conservación y más aun para nosotros que vivimos en la zona del Pacífico Sur de Costa Rica, puede enviar un correo electrónico a la Sra. Hannia Durán (hduran@asamblea. go.cr) en la Asamblea Legislativa del CR y decirle que usted apoya el Proyecto de ley, Expediente No. 20.333, Ley de Creación de la Reserva Marina Alvaro Ugalde Viquez!