La comunidad de Ojochal también conocida como la capital gastronómica del Pacífico Sur, unió fuerzas para apoyar familias necesitadas, creando el compromiso de que ningún niño se vaya a dormir con hambre.
Rita Lucas, vecina entusiasta y miembro del Comité del Banco de Alimentos, nos habló de doña Cheti, una valerosa mujer que por sí sola mantiene a sus hijos pequeños.
Cheti es una excelente costurera y sobresale con la confección de trajes para las celebraciones del 15 de septiembre de cada año. A pesar de que trabaja arduamente, muchas veces el dinero no alcanza para las necesidades básicas.
Visitamos a Cheti, sus gemelos de 5 años y sus hijos mayores en su casita cerca del río. Su sonrisa era abierta y acogedora.
“Vinimos a Ojochal cuando yo tenía cuatro años”, nos dijo. “Nuestro único vecino en la montaña era don Jericó, el padre de don Lalo”.
Ocasionalmente ella iba a trabajar en las plantaciones de café en San Isidro. Más tarde se casó y tuvo a sus hijos en Ojochal. Cuando su marido la abandonó hace más de dos años, su medio de supervivencia fue la costura que aprendió de su madre a muy temprana edad.
Cuando las cosas llegaron a un punto muy precario debido a la falta de dinero, se armó de valor y se puso en contacto con el Banco de Alimentos. En un par de días recibió lo que necesitaba: camas decentes para sus hijos y algunos utensilios para su cocina.
Ella está muy agradecida por este apoyo y el amor que recibe de su comunidad.
Por Dagmar Reinhard