Bellos Ceibos gigantes
Por: Jack Ewing
El árbol más notable que ha existido en Hacienda Barú fue un enorme ceibo viejo (Ceiba pentandra) que antes dominaba los cielos cerca de lo que hoy es la Bomba El Ceibo. Su forma familiar, el alto tronco y copa en forma de paraguas, era un punto de referencia muy conocido para los viajeros y también para los pescadores que podían verlo a dos kilómetros de la costa. Solo Dios sabe qué edad tenía cuando se derrumbó el 11 de Agosto de 1989.
Los árboles de ceibo son realmente increíbles de muchas maneras. Un árbol plantado en el 2013 midió 6 metros de altura en solo 4 años y otro se elevó a 30 metros de altura y 2.4 metros de circunferencia a los 12 años. Después de alcanzar unos 70 metros, los ceibos dejan de crecer, engrosan su circunferencia y expanden las enormes gambas. Son los árboles más masivos en nuestras selvas tropicales. En tiempos pasados, los largos troncos cilíndricos de ceibo fueron buscados para fabricar bongos, que una vez navegaban los mares desde Costa Ballena hasta los mercados de Puntarenas, incentivando el comercio tan importante a la región.
Un sedoso material similar al algodón y conocido como kapok sale de las vainas, flota en la brisa y lleva las semillas de ceibo enredadas en sus fibras. En el pasado fue usado para rellenar colchones y almohadas y su flotabilidad lo hizo especialmente útil como relleno de chalecos salvavidas. Ecosistemas completos se encuentran en las coronas masivas de los árboles de ceibo. Las ramas, que son más grandes que los troncos de la mayoría de los árboles, brindan soporte para las bromelias, que albergan una cantidad incalculable de insectos, pequeños anfibios y reptiles.
Las flores de un árbol producen hasta dos galones diarios de néctar que es alimento para los murciélagos y muchas especies se refugian en los huecos de los troncos. No es de extrañar que los ceibos fueran venerados por los Mayas. Se creía que la enorme copa que se elevaba sobre el dosel del bosque lluvioso, el alto tronco recto y las enormes raíces y gambas servían como conexión entre el cielo y la tierra. ¿Y quién sabe? Quizás lo hagan.