Por Robert Rogers
El 15 de septiembre es el día de la Independencia de Costa Rica. Entre las fiestas seculares, es probablemente la más popular y es celebrada alegre y robustamente. Lo maravilloso de la Independencia de Costa Rica es que se logró sin disparar un tiro y de hecho los costarricenses “se enteraron de lo que ocurrió un mes después”. Aún no había Internet.
Los fuegos artificiales se introdujeron casi inmediatamente después de la independencia en 1821 y continuaron hasta 1948. Los destellos siguieron por algún tiempo, enmarcados por dos guerras civiles: la primera de las cuales se originó sobre la decisión de afiliarse o no a México, iniciándose entre San José y Alajuela, por un lado y entre Cartago y Heredia por el otro. Los que votaron “no” ganaron y la capital del país se trasladó de Cartago a San José.
La última guerra civil se dio porque Don Pepe (José Figuerez Ferrer, por cierto un conductor de Harley Davidson) se ofendió cuando el entonces presidente se negó a aceptar el voto de la gente pidiendo su renuncia.
Dos mil vidas más tarde, el ejército fue abolido, las instituciones públicas fueron fundadas y la privación de los derechos fue prácticamente erradicada después de casi 1.000 proyectos de ley. Si incluimos en ese tiempo una o dos dictaduras militares y un par de ejecuciones, podremos ver cómo es que llegamos a la segunda y actual República de Costa Rica.
El día de la independencia de un país es un momento de celebración. Habrá suficiente chancho asado y mucha, mucha bebida y los destellos volarán de nuevo, esta vez en forma de fuegos artificiales públicos. Estos fuegos artificiales son tan peligrosos como lo eran en los viejos tiempos y no deben ser manejados por personas que no son profesionales.
Los niños se queman con las aparentemente inofensivas luces de bengala y los pulgares pueden ser mutilados con los petardos. Vamos a celebrar este país maravilloso de una manera segura.